martes, 12 de febrero de 2013

Askhyl

-No te preocupes Jade, a mí esas cosas no me importan.
-Sabes que no puedes engañarme Askhyl, te conozco desde que salí de mi huevo y eras una niña. Además de maga eres humana, y sé que te sientes muy sola.
-Tonterías, te tengo a ti.
-Pero no es lo mismo, soy un dragón y aunque te quiero hay demasiadas cosas que no te puedo dar.
- No importa, no las necesito.
Askhyl era una necromaga del ejército de Mhal, para ser más exactos la única necromaga que existía y que había existido. Hacía quince años, cuando era una niña de cinco, había sido poseída por el espíritu de la necromagia. Nunca antes había sucedido.
La magia era la que elegía al individuo que debía usarla y dominarla, siempre seleccionaba a niños de entre cinco y ocho años, nadie sabía en que se basaban las distintas disciplinas mágicas para escoger a uno o a otro, pero una vez el niño había sido poseído debía de partir para ser instruido en el Palacio de los Magos. Era el mayor honor que podía ocurrirle a una familia, pues enseguida conseguían una mejor posición social y mucha riqueza. Los magos una vez había acabado su formación pasaba a engrosar las filas del ejército.
Askhyl había sido una extraña excepción en la elección de la magia, pues siempre habían sido elegidos solamente los muchachos. Además la necromagia solamente elegía una vez cada cincuenta años, con lo cual los necromagos eran muy escasos. Así pues, Askhyl era doblemente especial.
Un día de verano, cuando era pequeña y jugaba en el jardín, empezó a tener unos horribles espasmos, chillaba y lloraba. Sus padres estaban muy asustados, la miraban angustiados sin saber qué hacer, en ese instante, su bonita melena negra perdió todo su color volviéndose blanca y la palma de la mano derecha empezó a arder y en ella apareció escrita la runa de la necromagia. Sus padres quedaron asombrados. Todo el mundo estaba conmocionado, había ocurrido lo nunca visto. La única función de las mujeres era casarse y traer hijos al mundo y ahora había una necromaga, nada más y nada menos. Se llevaron a la pequeña al Castillo y empezaron su instrucción, pero antes de eso fueron con ella al valle de los dragones, pues allí debía ser elegida por su dragón. Todo mago tenía uno como compañero, era su otra mitad. En cuánto el mago ponía un pie en el valle, un dragón rompía el cascarón de su huevo y volaba torpemente al encuentro de su hermano humano. Jade así hizo y desde aquel día eran inseparables.

Askhyl siempre fue temida por todos, la respetaban, pero no querían tener mucho trato con ella. Se quedó huérfana a los ocho años y ahora estaba sola en el mundo. Las mujeres la veían como a alguien extraño con quien no tenían nada en común, sentían lástima de ella y de su prematuro pelo blanco, se apartaban siempre que la veían. Los hombres la temían, era una mujer con el poder de revertir la muerte en su mano y además hacer que quien resucitase siguiera ciegamente sus órdenes. Sea como fuere, Askhyl siempre estaba sin compañía humana. Salía a volar a lomos de Jade, nadaba en el lago, practicaba su magia,…
Cuando murió el rey de Sherm se desató una guerra, puesto que había dos posibles herederos, el hermano pequeño del rey, que se llamaba Xot, y su hijo primogénito que todavía no había llegado a la mayoría de edad, que se llamaba Mhal.
Xot se granjeó la fidelidad de los mejores guerreros y los magos más valiosos y formó su ejército. En cambio, a pesar de que los necromagos eran de los más prestigiosos, decidió no llevarse a Askhyl, hasta tal punto la repudiaba por ser mujer, y así fue como pasó a formar parte del ejército de Mhal.
En el tiempo que llevaban de guerra había hecho tomar una clara ventaja a Mhal, pues su ejército había aumentado considerablemente con tropas de guerreros resucitados. Pero aún así, todo el mundo renegaba de ella.
Un día, unos soldados se encontraban charlando animadamente alrededor del fuego, Oreh, presumía delante de sus compañeros de todas sus conquistas. Oreh era el soldado más apuesto del ejército de Mhal, tenía el cuerpo musculado, sus cabellos eran ondulados y negros y sus ojos verdes como la hierba en primavera. Todas las muchachas se morían por bailar con él, y según decía acababa probando los encantos de alguna de ellas todas las noches. Sus compañeros envidiosos se reían de él.
-Oreh, ya que eres tan irresistible te propongo un reto.- Dijo uno de ellos.
-Lo que quieras, estoy seguro de que lo lograré.
-Tienes que seducirla a ella…-Su dedo señaló a Askhyl que estaba cenando sola junto a una pequeña hoguera.
Oreh trató de reprimir un escalofrío mientras la miraba fijamente. Nunca la había visto como a una mujer, ni como a un mago, ni como a nada. A pesar de cumplir bien su trabajo era algo antinatural, que no debía de existir. La miró fijamente parándose a contemplar su rostro. La verdad es que tenía una bonita y dulce cara. El uniforme del ejército se ajustaba a su cuerpo insinuando unas curvas sugerentes. Seguro que nunca había estado con un hombre. Se preguntaba si podía sentir placer como mujer, le gustaría averiguarlo. Sí, la verdad es que era un excitante reto. Las otras mujeres eran piezas fáciles de conseguir, pero ella… Seguro que le reportaba más satisfacción.
-Acepto.- Dijo entrecerrando los ojos.- Ella será mía.
 Cuando Askhyl despertó aquella mañana, no tenía ni idea de que sus pasos iban a ser muy vigilados por primera vez en su vida adulta. Oreh, como buen guerrero ideó una estrategia para acercarse a ella y conquistarla. Primero debía conocerla, saber sus costumbres, familiarizarse con su vida.
La siguió cuando fue a nadar al lago, observó su bonito cuerpo desnudo antes de lanzarse al agua, se quedó acechando entre la maleza como un cazador con su presa, cuando salió del agua miró embelesado su cuerpo brillante de gotas de agua. Después volvieron al campamento, observó como desayunaba solitaria, pero muy digna. Al acabar el desayuno fue a visitar a su ejército de resucitados, estaban en un campamento aparte ya que los demás guerreros no querían compartir el suyo con los muertos. Todos la rodearon y Askhyl, les contó historias de batallas, enseñándoles como debían actuar. Oreh escuchaba asombrado, se dio cuenta de lo inteligente que era. Pero, lo que Oreh no sabía, es que Askhyl simplemente iba a hablarles para tener algún contacto humano, a pesar de ser un triste consuelo, pues los resucitados no eran más que cuerpos vacíos animados por la necromagia que ella les insuflaba, por eso obedecían sus órdenes, pero no eran capaces de entender nada de lo que ella les decía. Oreh se fue satisfecho a hacer sus quehaceres y no vio como Askhyl lloraba de impotencia y soledad al marcharse de allí.
Todos los días dedicaba unas horas a observarla. Un día, Askhyl estaba acariciando y hablando con Jade, el dragón lo sorprendió mirando y se lo dijo divertido entre dientes. Ella se volvió a mirarlo y sus ojos se encontraron.
-¿Qué quieres?.-Le dijo Askhyl muy seria.
-Quería decirte que eres muy hermosa.- Oreh puso su mejor sonrisa y su pose más seductora.
Askhyl frunció el ceño y le miró con desprecio, se marchó indignada preguntándose qué nueva burla planeaban contra ella.
Oreh se quedó asombrado, ninguna mujer había reaccionado así a sus palabras.
El tiempo seguía pasando, las batallas se sucedían una tras otra, el ejército de Mhal estaba consiguiendo que el ejército de Xot fuera retrocediendo a las fronteras del reino, la mayor parte del éxito, era gracias al escuadrón de resucitados liderado por Askhyl. Pero aún así, nadie reconocía su valía, lo único que hacían era burlarse llamándola la Reina de los Muertos.
-¿Qué Oreh, no eres capaz de conquistar a la Reina de los Muertos?
- A lo mejor si lo matamos le presta más atención.
Todos reían, pero Oreh ya no podía reír con esas bromas, se sentía indignado, le gustaría golpearles por no darse cuenta de su valía.
Se marchó de allí enfadado. Se internó en el bosque para reflexionar sobre esos sentimientos tan intensos que estallaban dentro de él. Entonces la escuchó cantar una bella y triste melodía sobre la soledad y el rechazo. Oreh estaba conmovido, siguió su voz y la encontró sentada bajo un árbol en un pequeño claro. Las lágrimas resbalaban por su rostro. Cuando levantó la vista y le vio, se levantó rápidamente e iba a echarse a correr, pero Oreh la retuvo y la abrazó desde atrás.
-Askhyl, escucha, escúchame, por favor. No te resistas. Es cierto que no me hubiera fijado en ti si mis compañeros no me hubieran retado a conquistarte, seguro que sospechabas que tras mis atenciones había un truco, y cierto lo había.- Askhyl se puso a forcejear intentando soltarse.- Pero, después de observarte cada día, de ver como vives, lo que haces, como eres… creo que vales muchísimo, me pareces tan hermosa, tan inteligente y valiente. No puedo dejar de pensar en ti, no he vuelto a estar con ninguna otra mujer, ya ninguna me gusta, sólo te veo a ti. Déjate querer Askhyl, yo calmaré tu soledad, yo te daré todo el amor que necesitas.
Askhyl se puso a tironear hasta soltarse, se dio la vuelta y le miró con odio.
-¡Mientes!, y yo no necesito nada de ti.
Askhyl se escabulló como un animalillo asustado y Oreh se quedó solo, desconcertado y triste, nunca había ansiado tanto estrechar a una mujer entre sus brazos, y ella los había dejado vacíos volcando todo su odio y desprecio sobre él
Los días siguientes Oreh, caminaba taciturno por el campamento, miraba a Askhyl desde la distancia y cuando sus miradas se encontraban, ella solamente manifestaba repugnancia. Sus compañeros se percataron de la situación y se mofaban de él.
-¿Acaso has caído a los pies de la Reina de los Muertos?¿No ves que has de estar muerto para que quiera estar contigo?
Oreh no aguantó más y se enzarzó en una pelea ante los atónitos ojos de Askhyl, que empezó a preguntarse si su admiración sería sincera.
A la mañana siguiente, el ejército se puso en pie para una decisiva batalla, si vencían harían retroceder al ejército de Xot fuera de las fronteras y la victoria sería suya. Dado la dificultad del terreno, Askhyl debía de ir caminando con su escuadrón, no podía montar a Jade. Se colocó en la retaguardia y desde allí marchó con ellos, concentrada para dirigir su formación. Oreh, se las arregló para estar en la posición más cercana posible a la de su amada.
Marchaban orgullosos, contentos, seguros, saboreando la victoria que pronto llegaría. Lo que no sabían, es que el ejército de Xot había cambiado de estrategia, el mago de la oscuridad se envolvió en una de sus sombras y, recorriendo el escuadrón resucitado encontró a Askhyl en la retaguardia, sabían que ese día ella no montaría su dragón al igual que ellos. El mago tomó forma corpórea para aplicar su hechizo mortal, y Oreh, que no dejaba de velar por el bienestar de su Askhyl, al ver al mago se precipitó para interponerse entre ellos. Cayó al suelo fulminado y Askhyl al darse cuenta ordenó a varios de sus guerreros que rodearan al mago y lo mataran con sus espadas de muerte.
Askhyl se arrodilló y cogió a Oreh entre sus brazos, estaba muerto, las lágrimas brotaron y bañaron su rostro, había muerto por ella y nunca le había creído.
Sabía cual era el procedimiento a seguir, pero no pudo hacerlo, no pudo convertir a Oreh en una de las cáscaras vacías integrantes del ejército de los resucitados. Le besó en la frente y lo depositó en el suelo. Con el corazón deshecho siguió dirigiendo a sus soldados sintiéndose más sola y desgraciada que nunca.

Este relato lo publiqué en dos partes en mi blog anterior:
http://losrelatosdepatri.megustaescribir.com/2011/09/30/askhyl/
http://losrelatosdepatri.megustaescribir.com/2011/10/04/ashkyl-2%C2%AA-parte/

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