domingo, 24 de febrero de 2013

LOS ASESINATOS DE NOCTURNA

Hubo dos extraños acontecimientos en la pequeña ciudad de Nocturna que nadie relacionó.
El primero se trataba de una serie de macabros asesinatos de mujeres, sobre todo de prostitutas, que aparecían con una herida en el cuello y totalmente desangradas.
El segundo era la aparición en la noches de la ciudad de un curioso personaje como salido de otra época, lucía una larga y poblada melena ondulada y oscura, su rostro era pálido, con ojos negros, nariz rectilínea y boca pequeña. Solía vestir trajes con levita y acomodar sobre su cabeza un sombrero de copa. Sus modales eran exquisitos, la gente sólo veía en él un enamorado de otros tiempos, nunca entraba en las provocaciones de quienes intentaban mofarse de él y era todo tranquilidad y educación.
Los lectores probablemente estén imaginando que dicho personaje sea un vampiro, pero en esto están parcialmente equivocados. Enrique, que así se llama, es un joven que se ha perdido en sus propia imaginación, hace unos años que se ha convencido a sí mismo de que es un demonio de la noche. Durante el día no sale de la oscuridad de su casa, por la noche se pone uno de sus trajes, propiedad de sus antepasados y sale a vagar por la ciudad. No le gusta la violencia, y sólo la usa a la hora de alimentarse. Su alimento predilecto son las mujeres que se venden por considerarlas despreciables y poco útiles para la humanidad, algunas se venden por dinero y otras por copas, regalos, cenas, droga, … A todas ellas seduce con facilidad, sienten curiosidad y además imaginan que es un hombre rico con gustos estrafalarios. Su forma de darles muerte, ya que carece de unos colmillos afilados y sería dificultoso y atroz, es una pequeña daga afilada que lleva atada y escondida en su muñeca.
Sus noches son rutinarias y solitarias, desprecia a los hombres, desprecia a las mujeres, nadie le interesa, se siente al borde de una caída más profunda en la locura, una caída peligrosa.
Una noche, después de alimentarse, paseaba por un parque solitario, la luna estaba muy hermosa, parecía casi rojiza y estaba llena. De repente se detiene en su paseo al ver una muchacha sentada en un banco. Es una pobre indigente, se acerca más y queda perturbado por una belleza pura y extraña. Su mirada no se dirige a ningún punto en concreto, parece tan desvalida, tan frágil, tan inocente,… Se acerca a ella, se sienta a su lado, y ella se gira pero sin enfocar su mirada en él, echa los brazos hacia delante mientras susurra:
-¿Quien está ahí?
Enrique queda asombrado, la pobre chiquilla, es ciega. La mira atentamente, cada vez su corazón está más conmovido, sueña con abrazarla.
-Me llamo Enrique y no tienes nada que temer. Conmigo estás a salvo, nada te pasará.
Su voz es tan suave y dulce que ella se queda tranquila y deja que sostenga su mano con toda naturalidad.
-Mañana volveré y te haré un regalo.
-No necesito nada señor, si me acompaña y me protege es suficiente. Me siento muy sola.
Enrique cada vez está más conmovido. La besa en la mejilla y desaparece en la noche.
Durante todo el día siguiente, tumbado en la oscuridad de su cuarto, Enrique no puede dejar de pensar en la chiquilla. Que distinta sería su vida con alguien así a su lado. Se pone a pensar que lo más adecuado será convertirla para que comparta su vida con él. Quizá incluso con el poder de su sangre le devuelva la vista, ese sería el regalo perfecto.
Cuando llega la noche, Enrique se acicala como siempre y sale a buscar alimento, no puede hacer una conversión hambriento o la desangraría. Será su última caza en solitario, después tendrá una aprendiz que siga sus pasos.
Cuando termina su cacería se aproxima impaciente al banco de la noche anterior, y allí está ella, tan frágil y hermosa.
-Hola ya estoy aquí, soy Enrique.
La joven sonríe.
-Gracias por venir.
Enrique la toma de la mano.
-Te voy a hacer el mayor regalo que nadie podría hacerte, te devolveré la vista.
-¿Y cómo podrías hacer algo así?
- Tú sólo confía en mí.
Enrique saca su daga y practica una incisión en su cuello, luego aplica su boca y empieza a beber. La muchacha no entiende nada y está asustada, pero calla porque él le dijo que confiara en él. Aún así llora en silencio. Después de beber, Enrique hace una incisión en su propia muñeca y se la da a ella.
-Bebe, confía en mí.
Ella comienza a beber y nota el sabor de la sangre.
-No, no quiero.
Enrique aplica su boca a su muñeca y la llena de su propia sangre y después besando a la muchacha introduce la sangre en su boca.
Amanece en la ciudad de Nocturna, y enseguida se empieza a pasar la buena nueva de boca en boca, ha aparecido el asesino, estaba muerto y desangrado al lado de una de sus víctimas. Y por curioso que parezca es aquel joven pacífico y estrafalario que parecía tan inofensivo. Fueron encontrados por un ciudadano que salió a hacer footing temprano y cuentan que quedó extrañado por la forma en la que los dos cuerpos se hallaban abrazados, impropio de un asesino y su víctima.
Este relato está sacado de mi anterior blog:
http://losrelatosdepatri.megustaescribir.com/2011/09/25/los-asesinatos-de-nocturna/

jueves, 14 de febrero de 2013

MI BÚSQUEDA

Te busqué tantas veces, desde hace tanto, tanto tiempo. Te busqué en ilusiones, en personajes creados por mi imaginación, te busqué en los libros, en el cine, en el arte. Te busqué en relaciones dolorosas, caóticas, parasitarias. Te busqué gritándole al viento. Te busqué en la ficción universal. Te busqué en el fondo de mi tristeza, en el sabor de mis lágrimas. Te busqué en mi lado más oscuro y en mi lado más dulce. Te busqué hasta decidir que no podías existir, que mis pasos se perderían en el tiempo sin compañía. Te busqué… y un día te encontré…
Te encontré y te encerré en mi mirada, y poco a poco… te fui encerrando en mi corazón. Te encontré y tuve miedo de perderte antes siquiera de tenerte. Te encontré y soñé días contigo. Te encontré y decidí convertir mi pasión en paciencia. Te encontré y conseguí acercarme. Te encontré y me lancé a besarte. Te encontré y tú me encontraste. Ahora sé que existes.


Esto lo publiqué en mi anterior blog, y hoy en día sigo pensado lo mismo, le sigo queriendo y todavía más:
http://losrelatosdepatri.megustaescribir.com/2011/10/20/mi-busqueda/

martes, 12 de febrero de 2013

Askhyl

-No te preocupes Jade, a mí esas cosas no me importan.
-Sabes que no puedes engañarme Askhyl, te conozco desde que salí de mi huevo y eras una niña. Además de maga eres humana, y sé que te sientes muy sola.
-Tonterías, te tengo a ti.
-Pero no es lo mismo, soy un dragón y aunque te quiero hay demasiadas cosas que no te puedo dar.
- No importa, no las necesito.
Askhyl era una necromaga del ejército de Mhal, para ser más exactos la única necromaga que existía y que había existido. Hacía quince años, cuando era una niña de cinco, había sido poseída por el espíritu de la necromagia. Nunca antes había sucedido.
La magia era la que elegía al individuo que debía usarla y dominarla, siempre seleccionaba a niños de entre cinco y ocho años, nadie sabía en que se basaban las distintas disciplinas mágicas para escoger a uno o a otro, pero una vez el niño había sido poseído debía de partir para ser instruido en el Palacio de los Magos. Era el mayor honor que podía ocurrirle a una familia, pues enseguida conseguían una mejor posición social y mucha riqueza. Los magos una vez había acabado su formación pasaba a engrosar las filas del ejército.
Askhyl había sido una extraña excepción en la elección de la magia, pues siempre habían sido elegidos solamente los muchachos. Además la necromagia solamente elegía una vez cada cincuenta años, con lo cual los necromagos eran muy escasos. Así pues, Askhyl era doblemente especial.
Un día de verano, cuando era pequeña y jugaba en el jardín, empezó a tener unos horribles espasmos, chillaba y lloraba. Sus padres estaban muy asustados, la miraban angustiados sin saber qué hacer, en ese instante, su bonita melena negra perdió todo su color volviéndose blanca y la palma de la mano derecha empezó a arder y en ella apareció escrita la runa de la necromagia. Sus padres quedaron asombrados. Todo el mundo estaba conmocionado, había ocurrido lo nunca visto. La única función de las mujeres era casarse y traer hijos al mundo y ahora había una necromaga, nada más y nada menos. Se llevaron a la pequeña al Castillo y empezaron su instrucción, pero antes de eso fueron con ella al valle de los dragones, pues allí debía ser elegida por su dragón. Todo mago tenía uno como compañero, era su otra mitad. En cuánto el mago ponía un pie en el valle, un dragón rompía el cascarón de su huevo y volaba torpemente al encuentro de su hermano humano. Jade así hizo y desde aquel día eran inseparables.

Askhyl siempre fue temida por todos, la respetaban, pero no querían tener mucho trato con ella. Se quedó huérfana a los ocho años y ahora estaba sola en el mundo. Las mujeres la veían como a alguien extraño con quien no tenían nada en común, sentían lástima de ella y de su prematuro pelo blanco, se apartaban siempre que la veían. Los hombres la temían, era una mujer con el poder de revertir la muerte en su mano y además hacer que quien resucitase siguiera ciegamente sus órdenes. Sea como fuere, Askhyl siempre estaba sin compañía humana. Salía a volar a lomos de Jade, nadaba en el lago, practicaba su magia,…
Cuando murió el rey de Sherm se desató una guerra, puesto que había dos posibles herederos, el hermano pequeño del rey, que se llamaba Xot, y su hijo primogénito que todavía no había llegado a la mayoría de edad, que se llamaba Mhal.
Xot se granjeó la fidelidad de los mejores guerreros y los magos más valiosos y formó su ejército. En cambio, a pesar de que los necromagos eran de los más prestigiosos, decidió no llevarse a Askhyl, hasta tal punto la repudiaba por ser mujer, y así fue como pasó a formar parte del ejército de Mhal.
En el tiempo que llevaban de guerra había hecho tomar una clara ventaja a Mhal, pues su ejército había aumentado considerablemente con tropas de guerreros resucitados. Pero aún así, todo el mundo renegaba de ella.
Un día, unos soldados se encontraban charlando animadamente alrededor del fuego, Oreh, presumía delante de sus compañeros de todas sus conquistas. Oreh era el soldado más apuesto del ejército de Mhal, tenía el cuerpo musculado, sus cabellos eran ondulados y negros y sus ojos verdes como la hierba en primavera. Todas las muchachas se morían por bailar con él, y según decía acababa probando los encantos de alguna de ellas todas las noches. Sus compañeros envidiosos se reían de él.
-Oreh, ya que eres tan irresistible te propongo un reto.- Dijo uno de ellos.
-Lo que quieras, estoy seguro de que lo lograré.
-Tienes que seducirla a ella…-Su dedo señaló a Askhyl que estaba cenando sola junto a una pequeña hoguera.
Oreh trató de reprimir un escalofrío mientras la miraba fijamente. Nunca la había visto como a una mujer, ni como a un mago, ni como a nada. A pesar de cumplir bien su trabajo era algo antinatural, que no debía de existir. La miró fijamente parándose a contemplar su rostro. La verdad es que tenía una bonita y dulce cara. El uniforme del ejército se ajustaba a su cuerpo insinuando unas curvas sugerentes. Seguro que nunca había estado con un hombre. Se preguntaba si podía sentir placer como mujer, le gustaría averiguarlo. Sí, la verdad es que era un excitante reto. Las otras mujeres eran piezas fáciles de conseguir, pero ella… Seguro que le reportaba más satisfacción.
-Acepto.- Dijo entrecerrando los ojos.- Ella será mía.
 Cuando Askhyl despertó aquella mañana, no tenía ni idea de que sus pasos iban a ser muy vigilados por primera vez en su vida adulta. Oreh, como buen guerrero ideó una estrategia para acercarse a ella y conquistarla. Primero debía conocerla, saber sus costumbres, familiarizarse con su vida.
La siguió cuando fue a nadar al lago, observó su bonito cuerpo desnudo antes de lanzarse al agua, se quedó acechando entre la maleza como un cazador con su presa, cuando salió del agua miró embelesado su cuerpo brillante de gotas de agua. Después volvieron al campamento, observó como desayunaba solitaria, pero muy digna. Al acabar el desayuno fue a visitar a su ejército de resucitados, estaban en un campamento aparte ya que los demás guerreros no querían compartir el suyo con los muertos. Todos la rodearon y Askhyl, les contó historias de batallas, enseñándoles como debían actuar. Oreh escuchaba asombrado, se dio cuenta de lo inteligente que era. Pero, lo que Oreh no sabía, es que Askhyl simplemente iba a hablarles para tener algún contacto humano, a pesar de ser un triste consuelo, pues los resucitados no eran más que cuerpos vacíos animados por la necromagia que ella les insuflaba, por eso obedecían sus órdenes, pero no eran capaces de entender nada de lo que ella les decía. Oreh se fue satisfecho a hacer sus quehaceres y no vio como Askhyl lloraba de impotencia y soledad al marcharse de allí.
Todos los días dedicaba unas horas a observarla. Un día, Askhyl estaba acariciando y hablando con Jade, el dragón lo sorprendió mirando y se lo dijo divertido entre dientes. Ella se volvió a mirarlo y sus ojos se encontraron.
-¿Qué quieres?.-Le dijo Askhyl muy seria.
-Quería decirte que eres muy hermosa.- Oreh puso su mejor sonrisa y su pose más seductora.
Askhyl frunció el ceño y le miró con desprecio, se marchó indignada preguntándose qué nueva burla planeaban contra ella.
Oreh se quedó asombrado, ninguna mujer había reaccionado así a sus palabras.
El tiempo seguía pasando, las batallas se sucedían una tras otra, el ejército de Mhal estaba consiguiendo que el ejército de Xot fuera retrocediendo a las fronteras del reino, la mayor parte del éxito, era gracias al escuadrón de resucitados liderado por Askhyl. Pero aún así, nadie reconocía su valía, lo único que hacían era burlarse llamándola la Reina de los Muertos.
-¿Qué Oreh, no eres capaz de conquistar a la Reina de los Muertos?
- A lo mejor si lo matamos le presta más atención.
Todos reían, pero Oreh ya no podía reír con esas bromas, se sentía indignado, le gustaría golpearles por no darse cuenta de su valía.
Se marchó de allí enfadado. Se internó en el bosque para reflexionar sobre esos sentimientos tan intensos que estallaban dentro de él. Entonces la escuchó cantar una bella y triste melodía sobre la soledad y el rechazo. Oreh estaba conmovido, siguió su voz y la encontró sentada bajo un árbol en un pequeño claro. Las lágrimas resbalaban por su rostro. Cuando levantó la vista y le vio, se levantó rápidamente e iba a echarse a correr, pero Oreh la retuvo y la abrazó desde atrás.
-Askhyl, escucha, escúchame, por favor. No te resistas. Es cierto que no me hubiera fijado en ti si mis compañeros no me hubieran retado a conquistarte, seguro que sospechabas que tras mis atenciones había un truco, y cierto lo había.- Askhyl se puso a forcejear intentando soltarse.- Pero, después de observarte cada día, de ver como vives, lo que haces, como eres… creo que vales muchísimo, me pareces tan hermosa, tan inteligente y valiente. No puedo dejar de pensar en ti, no he vuelto a estar con ninguna otra mujer, ya ninguna me gusta, sólo te veo a ti. Déjate querer Askhyl, yo calmaré tu soledad, yo te daré todo el amor que necesitas.
Askhyl se puso a tironear hasta soltarse, se dio la vuelta y le miró con odio.
-¡Mientes!, y yo no necesito nada de ti.
Askhyl se escabulló como un animalillo asustado y Oreh se quedó solo, desconcertado y triste, nunca había ansiado tanto estrechar a una mujer entre sus brazos, y ella los había dejado vacíos volcando todo su odio y desprecio sobre él
Los días siguientes Oreh, caminaba taciturno por el campamento, miraba a Askhyl desde la distancia y cuando sus miradas se encontraban, ella solamente manifestaba repugnancia. Sus compañeros se percataron de la situación y se mofaban de él.
-¿Acaso has caído a los pies de la Reina de los Muertos?¿No ves que has de estar muerto para que quiera estar contigo?
Oreh no aguantó más y se enzarzó en una pelea ante los atónitos ojos de Askhyl, que empezó a preguntarse si su admiración sería sincera.
A la mañana siguiente, el ejército se puso en pie para una decisiva batalla, si vencían harían retroceder al ejército de Xot fuera de las fronteras y la victoria sería suya. Dado la dificultad del terreno, Askhyl debía de ir caminando con su escuadrón, no podía montar a Jade. Se colocó en la retaguardia y desde allí marchó con ellos, concentrada para dirigir su formación. Oreh, se las arregló para estar en la posición más cercana posible a la de su amada.
Marchaban orgullosos, contentos, seguros, saboreando la victoria que pronto llegaría. Lo que no sabían, es que el ejército de Xot había cambiado de estrategia, el mago de la oscuridad se envolvió en una de sus sombras y, recorriendo el escuadrón resucitado encontró a Askhyl en la retaguardia, sabían que ese día ella no montaría su dragón al igual que ellos. El mago tomó forma corpórea para aplicar su hechizo mortal, y Oreh, que no dejaba de velar por el bienestar de su Askhyl, al ver al mago se precipitó para interponerse entre ellos. Cayó al suelo fulminado y Askhyl al darse cuenta ordenó a varios de sus guerreros que rodearan al mago y lo mataran con sus espadas de muerte.
Askhyl se arrodilló y cogió a Oreh entre sus brazos, estaba muerto, las lágrimas brotaron y bañaron su rostro, había muerto por ella y nunca le había creído.
Sabía cual era el procedimiento a seguir, pero no pudo hacerlo, no pudo convertir a Oreh en una de las cáscaras vacías integrantes del ejército de los resucitados. Le besó en la frente y lo depositó en el suelo. Con el corazón deshecho siguió dirigiendo a sus soldados sintiéndose más sola y desgraciada que nunca.

Este relato lo publiqué en dos partes en mi blog anterior:
http://losrelatosdepatri.megustaescribir.com/2011/09/30/askhyl/
http://losrelatosdepatri.megustaescribir.com/2011/10/04/ashkyl-2%C2%AA-parte/

sábado, 2 de febrero de 2013

Es solo un sueño

Adela tenía, no sabía por qué, sueños premonitorios. No eran muy frecuentes, pero en cuanto la abordaban por la noche, sabía que se harían realidad porque al finalizar se despertaba con una opresión en el pecho y la certeza de que sucedería, y hasta ahora, siempre se habían cumplido.
El día 23 de enero Adela abrió los ojos en medio de la noche y supo que su pesadilla vendría a destrozar su vida. Se quedó mirando a David en la penumbra que había a causa de la radio despertador y sin poder evitarlo, las lágrimas inundaron su rostro.
En cuánto el sol asomó sus rayos la mañana siguiente, Adela se afanó en recoger sus cosas ante la mirada asombrada de David.
-¿Se puede saber qué te pasa? ¿Qué estás haciendo?
-Me voy. Estaré en casa de mis padres.
-Pero, ¿por qué?-David estaba angustiado sin entender nada de lo que estaba pasando.
Adela se quedó parada un momento, con un jersey en la mano, mirando a David. Lo amaba, hacía dos años que vivían juntos y llevaban tres de relación. Su vida era tranquila, feliz, la convivencia entre los dos solo estaba salpicada por esporádicas discusiones sin importancia. Y ahora, ese sueño, ese mal sueño.
-Me vas abandonar el martes.-le dijo Adela muy seria y segura. Este martes 27 de enero me abandonarás por otra mujer.
David no sabía si echarse a reír ante lo absurdo de sus acusaciones. Pero al ver la maleta a medio hacer no tuvo fuerzas para hacerlo.
-Sí, es lo más lógico. De repente me vuelvo loco y decido marcharme con otra mujer. Una que supongo que no conoceré, porque ya me dirás por que mujer iba yo abandonarte.-David tenía un deje afilado y sarcástico en la voz, pero por dentro temblaba sin acabar de creerse lo que estaba sucediendo.-Te amo, Adela. ¿Todavía lo dudas?
Adela negó suavemente con la cabeza, un torbellino se desataba en su interior, creía en él, pero sus sueños ya le habían demostrado que no podía esquivarlos, ni hacer nada para detener la premonición que le anunciaban.
-Lo he soñado, y son ese tipo de sueños que se cumplen.-le dijo ella en voz muy baja, casi un susurro.
David empezó a moverse intranquilo, sin poder creérselo.
-No, puedes estar hablando en serio.-le dijo con un hilo de voz, estaba empezando a enfadarse de verdad.
-Hay cosas que no sabes de mí. Que nunca te he contado porque eran demasiado dolorosas y además, tal como veo ahora, seguro que no las habrías creído. El último sueño que tuve de este tipo me anunció la violación y el asesinato de mi compañera de piso en la facultad. Intenté evitarlo, intenté persuadirla de que no saliera la noche en que iba a suceder, pero fue en vano, no me creyó. Esto es muy difícil para mí.-Adela comenzó a sollozar, no podía contenerse más.
David la abrazó, miró sus ojos y con ternura le dijo:
-Me dan igual tus sueños, sé que te amo y que eso no va a cambiar y mucho menos de la noche a la mañana. Quédate conmigo, créeme, mi corazón es solo tuyo.
Adela estaba apunto de ceder, su cuerpo y su corazón se lo pedían, pero su mente sabía la verdad, por muy inverosímil que pudiera parecer el martes él se enamoraría de otra mujer y la abandonaría.
-Me voy David, el martes por la noche, si no ha ocurrido nada, llámame, pero si mi sueño se cumple, no lo hagas, ya te llamaré yo cuando esté preparada, cuando pueda asimilar tanto dolor.
Y cerrando la maleta con la poca ropa que tenía dentro se apresuró a salir antes de que David hiciera flaquear su ya vacilante voluntad.
David se quedó solo. Sentimientos confusos se agitaban dentro de él. Sabía que no pasaría nada el martes, la cuestión era, ¿podrían llevar la misma vida después de todo esto? ¿Podría volver a amar sin reservas a Adela después de estas dudas absurdas, de haber desconfiado de él de esta manera?
Los días siguientes fueron angustiantes, solitarios, tristes. El hueco que Adela dejó en la cama era un precipicio que le invitaba a caer en una desesperación dolorosa, no podía dormir bien, su estómago estaba revuelto, su pecho estaba oprimido, no entendía nada. Lo único que quería era que el martes llegara con rapidez y todo esto quedara atrás, pero también le daba miedo. La relación entre él y Adela tenía una grieta y no sabía si alguna vez volvería a cerrarse del todo.
El martes llegó al fin, después de días silenciosos y asfixiantes. David miró el calendario y un escalofrío extraño subió por su espalda, era un día fatídico, un día que pasara lo que pasara nunca olvidaría.
A las doce de la mañana, mientras David estaba trabajando, recibió un mensaje de su amigo Juan. Después de dos años sin aparecer por la ciudad regresaba al fin a pasar unos días y quería saber si después del trabajo podría quedar a tomar algo con él y con Adela, tenía alguien especial e importante que presentarles. Quedaron pues para verse, aunque David le comentó que Adela no podría ir sin entrar en más explicaciones.
A las siete en punto David entró en el bar donde había quedado con Juan, se abrazaron con efusividad y seguidamente Juan le presentó a Julia, su actual pareja. David la miró y depositó un cordial beso en su mejilla, mientras lo hacía, un escalofrío inoportuno recorrió su cuerpo, un cosquilleo tenue acarició su nuca, cuando se separó de ella fijó sus ojos en los enormes ojos azules de Julia y sintió como una parte suya que no conocía se precipitaba a su turbulento mar, ahogándose en su interior. Julia no podía separar sus ojos de David, estaba desconcertada por la sensación que le producía su contacto, como si se conocieran desde hace tiempo y volvieran a encontrarse, como si en realidad estuviera toda la vida buscándole y ahora, por fin y por casualidad, le hubiese encontrado. Después de un momento de silencio incómodo y tenso, Juan les invitó a sentarse y se ofreció a pedir una consumición para David en la barra.
-¿Quién eres en realidad y dónde te habías metido todo este tiempo?-le dijo David a Julia y en ese instante se sintió absurdo y se arrepintió de sus palabras.
Juan regresó a su sitio y comenzaron a hablar de como habían sido sus vidas hasta ese momento, se notaba que estaba nervioso presintiendo algo que no podía explicar. Le preguntó preocupado varias veces por Adela dándose cuenta de las respuestas evasivas que David le daba. Más de una vez y dos, o tres, sorprendía a Julia lanzándole unas miradas llenas de ternura y ansiedad a David que no podía comprender. Pero, ¿qué está sucediendo aquí?, se preguntaba.
Juan se levantó para ir el baño y mientras se alejaba hacia el aseo se dio la vuelta y los vio, estaban hablando, con las cabezas bastante juntas, mirándose con la complicidad de dos amantes veteranos, ¿acaso ya se conocían y él no lo sabía?, era imposible. Cuando salió del baño Juan les encontró besándose con descaro, sin ningún pudor, ajenos al mundo que les rodeaba, rodeados de una burbuja, totalmente abandonados el uno en el otro, destrozándole la vida sin parecer importarles.
Cuando en un momento de lucidez David se separó de Julia vio como Juan se marchaba del bar dejando su chaqueta en el respaldo de la silla, y la inmensa felicidad y arrobo que estaba sintiendo se diluyó al pensar en él y en Adela.
-¿Y ahora que hacemos Julia?-Le dijo tristemente.
Julia bajó la cabeza sin saber que responder, todo había ocurrido tan deprisa y de una forma tan absurda que no lo podía controlar, se dejó llevar por sus intensos sentimientos como en un sueño, nunca había sentido de esa forma y su juicio se había nublado.
Esa noche David no llamó a Adela que esperaba equivocarse y que sonara el teléfono para escuchar sus reproches. Su corazón no podía soportar tanto dolor. Su interior quemaba y no había nada que pudiera suavizar la abrasadora sensación de la traición. Su madre, mirándola con ternura le ofreció el elixir contra el desamor, una receta que había pasado de generación en generación hecha con cacao y lágrimas. A la mañana siguiente Adela había olvidado su sueño y sobre todo, había olvidado a David.