Adela tenía, no sabía por qué,
sueños premonitorios. No eran muy frecuentes, pero en cuanto la abordaban por
la noche, sabía que se harían realidad porque al finalizar se despertaba con
una opresión en el pecho y la certeza de que sucedería, y hasta ahora, siempre
se habían cumplido.
El día 23 de enero Adela abrió
los ojos en medio de la noche y supo que su pesadilla vendría a destrozar su
vida. Se quedó mirando a David en la penumbra que había a causa de la radio
despertador y sin poder evitarlo, las lágrimas inundaron su rostro.
En cuánto el sol asomó sus rayos
la mañana siguiente, Adela se afanó en recoger sus cosas ante la mirada
asombrada de David.
-¿Se puede saber qué te pasa?
¿Qué estás haciendo?
-Me voy. Estaré en casa de mis
padres.
-Pero, ¿por qué?-David estaba
angustiado sin entender nada de lo que estaba pasando.
Adela se quedó parada un momento,
con un jersey en la mano, mirando a David. Lo amaba, hacía dos años que vivían
juntos y llevaban tres de relación. Su vida era tranquila, feliz, la convivencia
entre los dos solo estaba salpicada por esporádicas discusiones sin
importancia. Y ahora, ese sueño, ese mal sueño.
-Me vas abandonar el martes.-le
dijo Adela muy seria y segura. Este martes 27 de enero me abandonarás por otra
mujer.
David no sabía si echarse a reír
ante lo absurdo de sus acusaciones. Pero al ver la maleta a medio hacer no tuvo
fuerzas para hacerlo.
-Sí, es lo más lógico. De repente
me vuelvo loco y decido marcharme con otra mujer. Una que supongo que no
conoceré, porque ya me dirás por que mujer iba yo abandonarte.-David tenía un
deje afilado y sarcástico en la voz, pero por dentro temblaba sin acabar de
creerse lo que estaba sucediendo.-Te amo, Adela. ¿Todavía lo dudas?
Adela negó suavemente con la
cabeza, un torbellino se desataba en su interior, creía en él, pero sus sueños
ya le habían demostrado que no podía esquivarlos, ni hacer nada para detener la
premonición que le anunciaban.
-Lo he soñado, y son ese tipo de
sueños que se cumplen.-le dijo ella en voz muy baja, casi un susurro.
David empezó a moverse
intranquilo, sin poder creérselo.
-No, puedes estar hablando en
serio.-le dijo con un hilo de voz, estaba empezando a enfadarse de verdad.
-Hay cosas que no sabes de mí.
Que nunca te he contado porque eran demasiado dolorosas y además, tal como veo
ahora, seguro que no las habrías creído. El último sueño que tuve de este tipo
me anunció la violación y el asesinato de mi compañera de piso en la facultad.
Intenté evitarlo, intenté persuadirla de que no saliera la noche en que iba a
suceder, pero fue en vano, no me creyó. Esto es muy difícil para mí.-Adela
comenzó a sollozar, no podía contenerse más.
David la abrazó, miró sus ojos y
con ternura le dijo:
-Me dan igual tus sueños, sé que
te amo y que eso no va a cambiar y mucho menos de la noche a la mañana. Quédate
conmigo, créeme, mi corazón es solo tuyo.
Adela estaba apunto de ceder, su
cuerpo y su corazón se lo pedían, pero su mente sabía la verdad, por muy
inverosímil que pudiera parecer el martes él se enamoraría de otra mujer y la abandonaría.
-Me voy David, el martes por la
noche, si no ha ocurrido nada, llámame, pero si mi sueño se cumple, no lo hagas,
ya te llamaré yo cuando esté preparada, cuando pueda asimilar tanto dolor.
Y cerrando la maleta con la poca
ropa que tenía dentro se apresuró a salir antes de que David hiciera flaquear
su ya vacilante voluntad.
David se quedó solo. Sentimientos
confusos se agitaban dentro de él. Sabía que no pasaría nada el martes, la
cuestión era, ¿podrían llevar la misma vida después de todo esto? ¿Podría
volver a amar sin reservas a Adela después de estas dudas absurdas, de haber
desconfiado de él de esta manera?
Los días siguientes fueron
angustiantes, solitarios, tristes. El hueco que Adela dejó en la cama era un
precipicio que le invitaba a caer en una desesperación dolorosa, no podía
dormir bien, su estómago estaba revuelto, su pecho estaba oprimido, no entendía
nada. Lo único que quería era que el martes llegara con rapidez y todo esto
quedara atrás, pero también le daba miedo. La relación entre él y Adela tenía
una grieta y no sabía si alguna vez volvería a cerrarse del todo.
El martes llegó al fin, después
de días silenciosos y asfixiantes. David miró el calendario y un escalofrío
extraño subió por su espalda, era un día fatídico, un día que pasara lo que
pasara nunca olvidaría.
A las doce de la mañana, mientras
David estaba trabajando, recibió un mensaje de su amigo Juan. Después de dos
años sin aparecer por la ciudad regresaba al fin a pasar unos días y quería
saber si después del trabajo podría quedar a tomar algo con él y con Adela,
tenía alguien especial e importante que presentarles. Quedaron pues para verse,
aunque David le comentó que Adela no podría ir sin entrar en más explicaciones.
A las siete en punto David entró
en el bar donde había quedado con Juan, se abrazaron con efusividad y
seguidamente Juan le presentó a Julia, su actual pareja. David la miró y
depositó un cordial beso en su mejilla, mientras lo hacía, un escalofrío
inoportuno recorrió su cuerpo, un cosquilleo tenue acarició su nuca, cuando se
separó de ella fijó sus ojos en los enormes ojos azules de Julia y sintió como
una parte suya que no conocía se precipitaba a su turbulento mar, ahogándose en
su interior. Julia no podía separar sus ojos de David, estaba desconcertada por
la sensación que le producía su contacto, como si se conocieran desde hace
tiempo y volvieran a encontrarse, como si en realidad estuviera toda la vida
buscándole y ahora, por fin y por casualidad, le hubiese encontrado. Después de
un momento de silencio incómodo y tenso, Juan les invitó a sentarse y se
ofreció a pedir una consumición para David en la barra.
-¿Quién eres en realidad y dónde
te habías metido todo este tiempo?-le dijo David a Julia y en ese instante se
sintió absurdo y se arrepintió de sus palabras.
Juan regresó a su sitio y
comenzaron a hablar de como habían sido sus vidas hasta ese momento, se notaba
que estaba nervioso presintiendo algo que no podía explicar. Le preguntó
preocupado varias veces por Adela dándose cuenta de las respuestas evasivas que
David le daba. Más de una vez y dos, o tres, sorprendía a Julia lanzándole unas
miradas llenas de ternura y ansiedad a David que no podía comprender. Pero,
¿qué está sucediendo aquí?, se preguntaba.
Juan se levantó para ir el baño y
mientras se alejaba hacia el aseo se dio la vuelta y los vio, estaban hablando,
con las cabezas bastante juntas, mirándose con la complicidad de dos amantes
veteranos, ¿acaso ya se conocían y él no lo sabía?, era imposible. Cuando salió
del baño Juan les encontró besándose con descaro, sin ningún pudor, ajenos al
mundo que les rodeaba, rodeados de una burbuja, totalmente abandonados el uno
en el otro, destrozándole la vida sin parecer importarles.
Cuando en un momento de lucidez
David se separó de Julia vio como Juan se marchaba del bar dejando su chaqueta
en el respaldo de la silla, y la inmensa felicidad y arrobo que estaba
sintiendo se diluyó al pensar en él y en Adela.
-¿Y ahora que hacemos Julia?-Le
dijo tristemente.
Julia bajó la cabeza sin saber
que responder, todo había ocurrido tan deprisa y de una forma tan absurda que
no lo podía controlar, se dejó llevar por sus intensos sentimientos como en un
sueño, nunca había sentido de esa forma y su juicio se había nublado.
Esa noche David no llamó a Adela
que esperaba equivocarse y que sonara el teléfono para escuchar sus reproches.
Su corazón no podía soportar tanto dolor. Su interior quemaba y no había nada
que pudiera suavizar la abrasadora sensación de la traición. Su madre,
mirándola con ternura le ofreció el elixir contra el desamor, una receta que
había pasado de generación en generación hecha con cacao y lágrimas. A la
mañana siguiente Adela había olvidado su sueño y sobre todo, había olvidado a
David.
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